Porque es eterno su amor
Dad gracias al Señor, porque es bueno:porque es eterno su amor.Dad gracias al Dios de los dioses:porque es eterno su amorDad gracias al Señor de los señores:porque es eterno su amor.Sólo él hizo grandes maravillas:porque es eterno su amor.El hizo sabiamente los cielos:porque es eterno su amor.El afianzó sobre las aguas la tierra:porque es eterno su amor.El hizo lumbreras gigantes:porque es eterno su amor.El sol que gobierna el día:porque es eterno su amor.La luna que gobierna la noche:porque es eterno su amor.Dios perdonó mi debilidad:porque es eterno su amor.Y me liberó de la oscuridad:porque es eterno su amor.Con mano poderosa, con brazo fuerte:porque es eterno su amor.Dios me ofrece su gracia:porque es eterno su amor.Dios creó en mí una nueva esperanza:porque es eterno su amor.Y me llamó a una nueva vida:porque es eterno su amor.En nuestra humillación se acordó de nosotros:porque es eterno su amor.Y nos libró de nuestros opresores:porque es eterno su amor.El da alimento a todo viviente:porque es eterno su amor.DAD GRACIAS AL DIOS DEL CIELO:PORQUE ES ETERNO SU AMOR.
Salmo 136

Parroquia Espíritu Santo-Río Cuarto

martes, 4 de mayo de 2010

La leí, me movilizó, la comparto con ustedes

Editorial del CONSUDEC - Abril de 2010

DESAFÍO BICENTENARIO:
SALIR DE LOS SEPULCROS

Editorial del Periódico de CONSUDEC por el Pbro. Lic. Alberto A. Bustamante, presidente de Consejo Superior de Educación Católica (Abril de 2010)


“El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos regresaron entonces a su casa. (NJ 20, 1-10)

Lo sabemos bien, los sepulcros son “ámbitos” en dónde se descompone la vida. Dios no nos creó para los sepulcros, el no hizo la muerte. Podemos decir que los sepulcros son inventos nuestros, la descomposición y el deterioro de la vida fueron opciones nuestras. En la lógica del solo sepulcro no hay futuro posible. Es encierro sin salida. Es peregrinar en la tristeza.

A muchas situaciones de vida personal y social podemos aplicar esta imagen que pareciera que nos entrampa en nuestras “sin salidas”.Quizás sean una de la experiencias más dolorosas, más hirientes, más lacerantes: ver que no podemos salir de nuestros encierros. Ver que quedamos entrampados en los vicios, en el egoísmo, en el rencor, en la infidelidad, en el desánimo, en la rutina, en el dolor, en el sin sentido, en fin, en tantos y tantos “neosepulcros” que nos impiden realización.

Justo ahí está la novedad central y original de nuestra fe cristiana: la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos destruyó la tragedia del sepulcro. A partir de la Resurrección todo tiene futuro. Es posible correr las lápidas que encierran la muerte. A partir de la resurrección del Señor no pueden tener ciudadanía los sepultureros, los mala onda, los preceptores del desengaño, los anunciadores de fatalidades, o al decir de Leopoldo Marechal “los hombres de color invierno, los mártires del hígado y la pena, los convictos de angustia”.

Lo sabemos bien para los cristianos la peor de las realidades encierra siempre la mejor de las posibilidades y no hay desgracias que no tengan incoadas Gracias.

Mirar la propia vida y la vida social desde esta perspectiva es fundamental en este tiempo en que como Patria nos acercamos a celebrar el Bicentenario .

Celebración bicentenaria que pareciera nos encuentra empecinados en “permanecer encerrados en ciertos sepulcros”:

En sepulcros de deuda social no saldada, de confrontación, de enfrentamientos estériles, de profundas fragmentaciones sociales y políticas, de descalificaciones, de intolerancias, de falta de acuerdos mínimos que prioricen el bien común por encima de los intereses particulares, de ausencia de diálogo, de pensamientos binómicos que nos impiden pensar “proyecto país” que nos incluya a todos los argentinos mas allá de nuestras posiciones personales. Sepulcros de grupos minoritarios, prepotentes y organizados que se imponen a mayorías silenciosas, humildes y trabajadoras, sepulcros de mediocridades intelectuales, de pobrezas espirituales y de corrupciones personales y estructurales que abonan y minan la vida de la Patria.

Ante esta la dolorosa experiencia de sepulcros Jesucristo nos dice vuelvan a mi “yo hago nuevas todas las cosas” (Ap.21, 5), “yo soy el camino la verdad y la vida” (Jn. 14,6).

Debemos renovarnos desde el humanismo cristiano que conformo desde sus orígenes la vida de nuestras tierras.

Este debe ser nuestro aporte como cristianos. Debemos ponernos la Patria al hombro para sembrarle la vida nueva del resucitado. Mas que nunca debemos hacernos cargo, con renovada esperanza, de sembrarle a la Nación bien, verdad y vida, convencidos de que la muerte, la mentira, el ir por izquierda, la viveza criolla, la coima, el negociado, el soborno, el egoísmo, la prepotencia, “la chantes”, no tienen futuro. Convencidos de que siempre será posible la recreación y la renovación.

“Nosotros todos somos constructores de la obra mas bella: la Patria. La Patria terrena que prefigura y prepara la patria son fronteras. Esa patria que no comienza hoy, con nosotros, pero no puede crecer y fructificar sin nosotros. Por eso es que la recibimos con respeto, con gratitud, como una tarea hace muchos años comenzada, como un legado que nos enorgullece y compromete a la vez. Nuestra mirada hacia el pasado próximo o remoto quisiera ser más inquisitiva que condenatoria, mas detectora de experiencias que enjuiciadora de omisiones, mas de discípulo que aprende que de maestro que enseña. Recibimos la patria como un depósito sagrado y una tarea inacaba.”(Cardenal Raúl Silva Henriquez)

Para esta “tarea inacabada” pedimos a María de Luján su maternal intercesión por todos los argentinos en esta hora de nuestra historia.



Pbro. Lic. Alberto Agustín Bustamante, Presidente de Consudec

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